She is so sweet!
 #3 Las crónicas de ELLA.
 

Sonrío de lado y Narcisa, mi pequeña muñeca, creo que sonríe también.
 La tengo en brazos, como últimamente suelo hacer, y estamos apoyadas en el marco de la ventana. Le cuento lo que me ha pasado hoy y ella se ríe.

El aire es fresco, pero las nubes, algo oscuras, dominan el cielo y dan un toque sombrío al infinito. Parece que va a llover.
Las cortinas de mi cuarto ondean detrás de mi a causa del suave viento, y sentada ahora en el marco de la ventana, parezco sumergirme en las nubes. Nunca me han asustado las alturas, por eso no me asusta mirar al suelo. 


Cuatro pisos abajo, mi madre protege su jardín de la lluvia con una pequeña carpa. Mira al cielo para comprobar su estado y me saluda al verme. Sé que no le gusta que me asome tanto, pero también sabe, que es la manera de la que yo me siento más libre, entre las nubes, así que mientras tenga cuidado ha decidido no tenermelo en cuenta. 


Le devuelvo el saludo con una sonrisa, abrazada fuertemente a la pequeña muñeca, cuando pienso en lo que acabo recordar. Poso mi vista en unos pájaros situados metros allá, llamando mi atención, haciendo que me pregunte tonterias, cómo si son libres... y si lo son, si son conscientes de ello. 
El canto de un canario llega a mí, y volviendo la cara, observo el interior de la habitación. Un canario amarillo destacaba entre los colores de la habitación y llamaba mi atención a través de sus ruiditos. 
Lo cierto, es que nunca le había puesto nombre, pero es que lo encontraba demasiado hermoso como para encontrarle un nombre que le hiciera justicia. Pensé en el y en las pocas semanas que llevaba conmigo. Intenté comprender, lo solo que se sentiría alejado de los suyos...de su madre, de sus hermanos, de sus amigos.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo ante la idea que me alejaran de mi madre y sentí una presión en el pecho al imaginarlo. Me dolió por él. 
Volví a posar mi vista en él, antes de volver al interior de la habitación y cruzar la estancia. Su jaula de hierro forjado era sencilla, pero muy espaciosa y colgaba se un estable pie. Para comer, tenía alpiste, sémola y además, un poco de fruta. Acaricié la jaula por la zona que él estaba y se acercó a mí. No me tenía miedo.


Sonreí. Ya eran decenas los momentos en que me sentaba en la cama y comenzaba a tararear una canción... siendo acompañada por él enseguida. Abrí la puerta de la jaula y le acaricié. Nuevamente, en ningún momento hizo amago de alejarse de mí. Sujetada por mi otra mano, Narcisa nos miraba curiosa, estaba segura de ello.


-Es bonito, ¿verdad Narcisa?- Le pregunté acercándola donde el pájaro estaba.


El canario la miró y salió volando por la puerta, hasta posarse en su sombrero. Les miré con una sonrisa y no pude evitar desear su libertad. Me acerqué a la ventana, aún abierta. Estaba segura que en cuanto nos acercáramos, saldría volando. Hacia poco rato que el sol descendía y con las nubes, formaban un atardecer sublime.


Sin embargo.. no lo hizo.


Al sentarme de nuevo en la ventana, apoyé mis piernas por fuera, abracé a Narcisa, y solté al pájaro. Pero éste, en vez de salir volando, se posó a mi lado y se puso a cantar mirando al exterior.Intenté hacerle comprender que podía irse, que no me enfadaría...pero se quedó cantando conmigo.
Estuvimos cantando allí un buen rato, pero jamás hizo amago de querer escaparse. Nuevamente, intenté hacerle volar pero en lugar de irse, voló hacia adentro y se resguardó en el interior de su jaula. Intenté comprenderlo, pero estaba confundida.  ¿No echaba de menos su libertad?
El canario volvió a cantar y gracias a ello lo comprendí y sonreí. Cuando estás con alguien a quien quieres, alguien que te comprende y te cuida...no es tan malo sentirse atrapado. Miré al cielo, y me metí dentro de la habitación, dándole un beso a Narcisa en la frente.

 Y mi madre, desde abajo, sonrió aliviada. 
Alex!
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